Su nombre era Margarita. Una mujer muy bella. Alta, de complexión mediana, cabello ondulado, tez blanca. Con unos hermosos ojos de color miel, grandes y expresivos. Vivía en la comunidad de Turuachi. Con sus padres, dos hermanas más pequeñas y su hijo de 7 años, Ángel. En este lugar había escazas oportunidades de trabajo y por consiguiente, no había escuelas. Así que ella laboraba en la cabecera municipal, Baborigame. En donde fungía como bibliotecaria. Y su niño iba a la escuela del mismo lugar.
Diariamente debían viajar durante dos horas para llegar a su destino. Y de manera evidente el mismo tiempo para regresar hasta con sus padres.
En Baborigame, tanto ella como Angelito tenían muchos amigos. Con frecuencia los niños de primaria asistían a la biblioteca para leer. Los de preescolar para que Margarita les leyera cuentos. En general le tenían un gran afecto y respeto.
Todos los días la invitaban a comer junto con su hijo en casas distintas. Pues pasaban la mayor parte de la jornada fuera de la suya. Y en cada una son eran recibidos. Muchas veces había quienes se ofrecieran en llevarla hasta su comunidad. Para así no batallara en su camino o sufriera uno de tantos asaltos que había.
Siendo un día viernes, no había quién pudiera llevarla, pues eran las fiestas patronales del pueblo. Margarita no quería molestar, así que decidió tomar el camión.
Angelito se fue a uno de los asientos de atrás con un amiguito que se encontró al subir. Ella iba en tranvía, en el primer asiento. Bien sentada, pensando quién sabe qué cosa, distraída, las manos sobre la falda. Se detiene el camión como otras veces en el trayecto, pero esta vez sube un hombre con aspecto agitado y movimientos rápidos.
Esto llamó la atención de Margarita, se quedó observándolo. Se percató del momento en que sacó un arma. Ella se alarmó y comenzó a gritar. El conductor frenó al instante. Provocando la caída del ladrón y un disparo hacia el frente. De inmediato Margarita volteó a ver a su hijo. Cuando él estaba en el pasillo cayendo lentamente. Corrió hacia él, el resto de los pasajeros se sobresaltaron por lo sucedido. El ladrón de igual manera se asustó, pues eso no estaba entre sus planes. Así que aprovechó el caos y escapó.
Angelito estaba gravemente herido, la bala entró en su pecho. El conductor ordenó bajaran todos del camión para que el niño tuviera más oxígeno. Margarita con gritos desconsolados y lágrimas en los ojos, pedía a su hijo no se fuera de su lado. Él le tomó la mano y le dijo que la quería, que nunca se olvidara de él. En esos momentos su agonía era evidente y bastaron sólo unos segundos para que su óbito llegara.
Esto causó una gran depresión a Margarita por varios meses. No volvió a ir a Baborigame y por obvias razones, renunció a su trabajo. Los tantos recuerdos de su hijo en esos lugares la asechaban. Ella junto con sus padres y hermanas se fueron de Turuachi a buscar una nueva vida.
Llegaron a una localidad más grande con grandes oportunidades de trabajo. Ahí vivía gran parte de la familia de su padre, así que les fue fácil el adaptarse al lugar.
Dos años después, Margarita se encontró con el ladrón y le pidió que la matara. Él se quedó atónito de volver a ver a la madre de aquel niño que manos había asesinado. Sin saber que responder ni hacer, se arrodilló y le pidió perdón. También sufría por ello, la consciencia lo atormentaba y no sabía qué hacer.
Ella se quitó, y le manifestó todo su odio hacia él. Pero se dio cuenta de que eso no le devolvería a su hijo. Asumió que había sido un accidente más sin embargo le pidió jamás volver a verlo. Pues esto le causaría un mayor dolor. El hombre le prometió alejarse y le aseguró que nunca más se volvería a cruzar en su camino.