Nuestra querida escuela inundada!!!

martes, 7 de junio de 2011

Charles Chaplin "El inmigrante"

Mi nombre es Charlot, y recuerdo muy bien el día que llegué a América, la tierra de la libertad. Llegué en un barco, que venía desde Europa. Las olas hacían que la nave se moviera mucho y por consiguiente todos nos estábamos cayendo o balanceando(a los demás pasajeros les dieron tantas nauseas que se pusieron a  vomitar). En la nave había mujeres guapas, varios hombres y uno que otro de esos musculosos a los que era mejor no molestar.  

A la hora de comida, la mayoría de los pasajeros estábamos en el comedor, y como el barco se seguía moviendo, el plato se nos escapaba de las manos para caer en las de otro pasajero que continuaba comiendo del mismo utensilio de cocina. Yo quede satisfecho rápidamente y pensé en salir un rato, pero antes de eso me topé con una chica muy guapa a la que le eche una mirada provocativa, le di un cordial saludo y después salí de la cocina para ver un rato el mar. Ya estando afuera me dispuse a jugar cartas con algunos pasajeros, los cuales perdieron ante mi gran táctica, aunque también, al perder, un grandulón con el que estaba jugando se enojó y se fue furioso. Poco después volvió con más dinero (que había robado a la chica guapa que yo había visto anteriormente) y decidimos jugar otra ronda. El grandulón traía un arma en las manos y para evitar que algo malo pasara se la cambie por algo de dinero al muy tonto, pues gane nuevamente y ahora para evitar ser golpeado por él lo apunte con el arma y me aleje de ahí.

Después volví a ver a aquella chica bonita que ya había saludado, pero ahora estaba triste y me explicó que le habían robado el dinero a su mamá y que no sabía qué hacer. En ese momento me gano la tristeza y decidí darle el dinero que había ganado en las cartas para que se pusiera feliz, solo que un policía me vio y pensó que en lugar de darle dinero, se lo estaba robando y me detuvo, más después de una charla con la muchacha todo quedo aclarado.

Cuando por fin llegamos a América. A la ciudad de Nueva York. Varios policías nos detuvieron en el barco para etiquetarnos y darnos un pase de entrada al país, con un acto de discriminación. Llegue a la “tierra de la libertad” sin un sólo centavo y con mucha hambre. Me paré junto a un restaurante y recuerdo que para mi sorpresa me encontré una moneda en el suelo y la recogí, decidido a entrar al lugar a  comer (sólo que en ese momento no me di cuenta de que la moneda se me había salido por la bolsa del pantalón). Entre y me senté en una silla, junto a una mesa y el mesero que me atendió (que por cierto, era un grandulón) me indicó que me quitara el sombrero y así lo hice, aunque me cayó un poco mal, por prepotente y enojón. Dentro del mismo restaurante encontré una vieja amiga, la invite a sentarse conmigo y a comer, porque ella no tenía dinero (yo tampoco, sólo que todavía aun no caía en la cuenta). Ambos, mi amiga y yo, vimos como golpeaban a un cliente del restaurante porque le faltaron algunos centavos para completar a pagar su cuenta, es entonces cuando decidí revisar que mi moneda estuviera en mi bolsillo. Para mi sorpresa, la moneda no estaba, y descubrí que se había salido por un agujero en mi pantalón. Los nervios y el miedo se me subieron a la cabeza, pues, ya no tenía para pagar, y seguramente me iba a pasar lo mismo que al pobre hombre que habían sacado a patadas. Para mi buena suerte, al mesero se le cayó una moneda que recogí muy despistadamente, aunque resulto der de plástico e inservible. Seguía con mi problema. En ese momento un artista llegó de repente a hablarnos de sus trabajos y se sentó con mi amiga y conmigo, y cuando arribó el mesero con la cuenta, el artista se dispuso a pagarla por cortesía, anqué yo para disimular le decía que así estaba bien, que yo la iba a pagar (aunque en el fondo si quería que la pagara el artista, pues no traía un solo centavo). Al final el artista pagó sólo su cuenta, y le dejo propina al mesero, la cual yo utilicé inteligentemente para pagar mi cuenta. Ese día me salve de un gran problema gracias a esa propina. En general ese día comí gratis, el artista me ofreció trabajo y me dio un par de dólares por adelantado y mi vieja amiga se convirtió en mi novia. ¿Qué suertudo no?

Julio César Chávez Pérez

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