07/Dic/2010
A todos mis compañeros:
Hace tiempo quería escribirles, pero no sé por qué no lo había hecho. Esta carta es principalmente para contarles acerca de mi vida en los últimos 4 meses. Tal vez se preguntarán ¿y a nosotros qué nos importa tu vida? Pero son ustedes con los que a diario convivo. Con ustedes he pasado muy bonitos e inolvidables momentos.
Como todos saben mi estancia en este lugar no ha sido nada fácil. Primero alejarme de mi familia, de mis amigos y de mi novio. Para después adaptarme a esta ciudad, a vivir con dos mujeres desconocidas. En una casa fría. Y no me refiero al clima, sino a la falta del calor de tu propio hogar.
No lo puedo negar, al principio sólo me dedicaba a llorar. Escribiendo en mi diario personal que nos pidió el profesor Salas. Creo que esa idea fue una gran oportunidad para mí, al escribir y desahogarme. De ésta forma sentía que estaba platicando con las personas a las que tanto quiero y extraño.
Los primeros veinte días fueron los más dolorosos para mí, en la escuela. Todos preguntándome mis razones para venirme hasta aquí. Que si no era difícil estar sola y no conocer a nadie. Que si extrañaba a mis seres queridos. En fin, tantas cosas que sólo me ponían aún más triste. De una u otra manera sentía que me tenían lástima. Y este es un sentimiento muy duro de enfrentar.
En parte creo que fui un tanto exagerada. Tan sólo tenía 22 días en la escuela, cuando fui a mi pueblo. Esto lo hice a escondidas. Sabía que si pedía permiso a mis papás, no me dejarían. Yo quería estar allá porque le harían una fiesta de XV años a mi hermana Valeria. Muy sencilla pero en fin…fiesta y claro que no podía faltar.
El día que llegué fue uno de los más conmovedores y especiales en mi vida. No era la única que estaba sufriendo por esta lejanía. Mis hermanas y mi mamá al verme, lloraron. Y mi papá sólo me abrazó muy fuerte. Claro, esto antes de regañarme por haberme ido sin permiso y faltar un día a la escuela.
La fiesta de Valeria fue todo un éxito, ella estaba muy contenta. Asistió mucha gente. La mayoría de los invitados me saludaban y decían darles gusto verme allí. Y yo de igual manera me sentía feliz al ver a todas aquellas personas conocidas y queridas.
Sólo estuve tres días en mi pueblo, con mi familia. Tuve que regresar a Durango a mi triste y solitaria realidad.
Desde un inicio todos los del salón demostramos nuestra verdadera identidad. Y fue así como empezamos a socializar y hacer los grupitos de amistades. En lo personal, creo haberme encontrado con unos excelentes compañeros. De gran calidad humana, sencillos, cariñosos y respetuosos.
Tengo mucho que agradecerles. Fue por ustedes que ésta situación se me haya hecho un poco menos difícil. Con el tiempo les tomé un cariño muy especial y aprendí muchas cosas de todos. Cada uno somos diferentes pero vamos hacia donde mismo y creo que sabemos entendernos unos a otros.
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